jueves, 11 de febrero de 2010

La parra que crecía por la pared de la casa del poeta Lamartine


Entonces empezó a beber y a beber y a beber y eso. Él siempre decía que era vulnerable, débil, no sé. Se creyó a pies juntillas todo lo que decían de él. No te creas que es algo tan extraño. Quiénes somos es una complicada ecuación entre lo que nosotros creemos que somos y los que otros consideran que somos. Tú por ejemplo, y no te lo tomes a mal, te crees que eres listo y guapo, pero en realidad eres un tío vulgar y mediocre. Pues él no sabía quién era, escribió ese puto libro para ver si lo averiguaba y resultó que todo el mundo decidió que sí, que debía ser ése, el personaje quiero decir. Así que él lo aceptó. ¿Sabes quién es Lamartine? ¿El poeta? Yo tampoco pero leí una vez que escribió un poema supuestamente autobiográfico sobre la casa en la que creció. Se ve que tiempo después, un crítico analizó el poema con una rigurosidad histórica casi científica y criticó el poema porque faltaba a la verdad. En el poema, Lamartine hablaba de una parra que crecía por la pared de la casa y el crítico había descubierto que en aquellos tiempos ninguna parra crecía por la pared de la casa. Unos años más tarde, para salvar el matrimonio entre poesía y verdad, la esposa de Lamartine cultivó una parra que crecía por la pared de la casa. Pues a éste le pasó lo mismo, se puso a beber y a beber y a beber y eso, se subió a la parra. Acabó como el personaje de su libro, pero con una sola diferencia, que a él no le quedó la posibilidad de redimirse en la ficción. ¿Por qué, tú que crees que eres tan listo y guapo pero eres vulgar y mediocre, no intentas redimirlo? Quizás así todo el mundo crea que eres vulgar y mediocre, como era él, y al menos alguien acierte con la metáfora, ¿me entiendes?

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