jueves, 31 de diciembre de 2009

James Welch


The idea made him hungry. He looked into his neighbor's yard and he could see the end of the clothesline. Two shirts had wrapped around each other as though they were desperate friends.
The Death of Jim Loney

miércoles, 30 de diciembre de 2009

La lluvia


Hola.
Es una bonita forma de empezar un cuento. Además, eso fue lo primero que me dijo. Su voz hizo que me girara, pero muy lentamente.
Después me preguntó:
¿Vives por aquí cerca?
Y yo la contesté:
Ahí mismo.
Apuntando, con el vaso de cristal en la mano, hacia algún lejano punto que tenía que estar más allá de la puerta del bar.
No se desanimó, pero yo no volví a girarme. Había visto suficiente. Podría decir que era guapa. Delgada, pálida. Probablemente, prostituta. Su voz era turbadora, como dicen en las novelas. Era turbadora porque parecía una niña, una niña con coletas y una falda muy corta, una niña mala que me condenaba y me daba náuseas.
¿Eres nuevo en el barrio?
Afirmé con la cabeza.
Si quieren, no se lo crean, pero el camarero era gordo y tenía bigote. Vestía un delantal azul. Estaba cerca, sacándole brillo a la cristalería y masticando un mondadientes.
¿Eres de muy lejos?
Del país de los antipáticos,
la contesté. Me puse de pie, saqué un billete arrugado del bolsillo de atrás, lo puse sobre la mesa. Hice un gesto al camarero y me di la vuelta creo que mientras murmuraba un saludo cualquiera, lo mismo de despedida que de bienvenida.
Lentamente me fui de allí. No la oí. No sé si se giró. Cerré la puerta del bar y fuera en el callejón, llovía. Una vez más, se lo crean o no. Subí el cuello de mi abrigo. Miré hacia arriba y el mundo me pareció gris y melancólico. Tres segundos más tarde, escuché la puerta chirriar a mis espaldas. Cerré los ojos, me giré. Y se lo crean o no, el camarero era gordo y tenía bigote y me estaba gritando:
¡Se olvida el paragüas caballero!