domingo, 31 de enero de 2010

La raíz mineral


Llueve, los coches salpican, la niebla recorta el horizonte y se afilan las esquinas de los edificios. Llueve pero no nos cobijamos en el pórtico de la iglesia. Los dos en silencio, miramos al frente y las siluetas de la gente son más grises que nunca, más difusas, más irreales mientras ejecutan la danza del funeral. No decimos nada. Le oigo respirar. Llueve. La lluvia siempre ha estado en nuestro corazón, en nuestra sangre, somos hijos de la lluvia, de la niebla, de los coches que salpican y las esquinas afiladas de los edificios. Llueve y sin dejar de mirar al frente soy yo el primero que habla. Mi voz suena como una piedra que se hunde en el mar:
- ¿Qué vamos a hacer ahora?
No me contesta.
- Odio el puto ciclo de la vida.
- La raíz mineral, dice.
Y noto como el pelo húmedo se funde en mi frente y la gente se mantiene en movimiento ajena a nuestro silencio, a nuestra quietud. A su quietud. Repiquetean las campanas como si alguien las tañiera desde el fondo del océano. Él dice:
- Odio la puta ley de vida.
- La raíz mineral, le contesto.
Y quizás soy yo el primero en girarme para que los dos seamos capaces de mirarnos a los ojos pero nuestros ojos miran más allá de dónde querríamos que miraran, y el tiempo es tan inmenso y tan poderoso como una tormenta desatada en alta mar. Ninguno de los dos etendemos qué es lo que está pasando.
- La puta raíz mineral.

viernes, 29 de enero de 2010

Resaca


Nunca me he parado a preguntarme quién soy y por qué. La verdad es que tengo miedo. Quiero decir, temo que llegue el día en que sienta que ya es hora de decidir quién soy y por qué. Por ejemplo, ¿qué importancia tiene en todo ello mi familia?, ¿de dónde es mi familia?, ¿de dónde soy yo? ¿Quién soy? No lo sé. No sé qué porcentaje de todo esto es contigente y qué es relevante. ¿Lo que leo? ¿Lo que veo? ¿Lo que oigo? ¿Lo que fumo? ¿Lo que follo? ¿También todo eso influye? ¿Quién soy yo y quién soy yo con respecto a lo que los demás coinciden en afirmar que soy yo? ¿Qué proporción es trabalenguas y qué proporción preguntas aviesas? No sé quién soy. No sé quién soy si no soy en relación a los demás. Eso no creo que sea nada extraordinario. Siento en mi interior la misma tensión que muchos otros han sentido antes que yo y que sentirán después: la individualidad y lo social. Tengo un nombre, tengo una genealogía, tengo una nacionalidad y un carné de la biblioteca, pero, ¿quién soy? Quizás todo esto sea como lo que le ocurría a Huckleberry Finn en el río. Quizás no haya respuestas para las preguntas. Quizás sea mejor permanecer sordo y por lo tanto mudo. Quizás importe una mierda. Quizás aún no sea el momento oportuno para preguntarme quién soy y por qué. Y menos hoy, joder, si todavía me repite el orujo.

Mi puta anécdota


- Estaba predestinado, papá, joder.
- Ni predestinado ni ostias, ¿qué predestinado? ¿Predestinado? ¿Pre qué? ¿De qué demonios hablas?
Y cierra la puerta de mi cuarto de golpe.
Mi cuarto. Joder, tenía que haber escrito esto en su día, no ahora. Ahora todo es nostalgia, todo es un esfuerzo valdío. Las energías que podrían emanar al escribir esta historia han perdido fuerza, como una lata de refresco abierta. Fffff, sin fuerza. Mi cuarto. Mi puto cuarto. Recuerdo tanto el aspecto físico, como el hedor anímico que aún debe impregnar las paredes. Mi puto cuarto.
Y se vuelve a abrir la puerta, pero con delicadeza.
- ¿Qué ha pasado, cariño?
Mi madre se asoma con recelo.
- Nada, mamá, joder, nada.
Gana determinación por inercia y se acerca hasta la cama pero yo hundo la cabeza en la almohada.
- ¿Ha sido por lo del sindicato?
Me callo. Ahogo el grito porque ya sabía que resultaría inútil. Ahora lo sé, pero antes también lo sabía. ¿Para qué iba a gritar? ¿Qué iba a gritar? ¿Que la vida era una mierda? ¿Que no era feliz? ¿Que estaba superado por las convenciones? ¿Que me sentía inútil, atrapado, maniatado? Nadie grita eso sin tener que dar luego explicaciones, con más palabras o con sus propios actos, y yo solo quería seguir tumbado con la cabeza hundida en la almohada. Nada más.
- Déjame, mamá, por favor, no pasa nada.

Había terminado la universidad y había decidido que no merecía la pena seguir estudiando. En realidad, quería, pero prefería doblegarme ante las circunstancias. No tenía sueños, no quería tenerlos, hasta eso había llegado a hastiarme. Así que me puse a trabajar. Y mi padre se emocionó. Consideró que aquello era el primer síntoma de madurez y puso toda su ilusión en participar de ello. No había podido participar de mi adolescencia, y, al parecer, estaba dispuesto a no perder la oportunidad durante el siguiente período de mi desarrollo. Así que aquella misma mañana, en el desayuno, con una sonrisa apenas esbozada pero una excitación casi obscena en la voz, me dijo:
- Tenemos que sindicalizarte. Si vas a trabajar, es bueno que tengas un sindicato. Tienes que estar protegido, nunca se sabe. El mío es mejor que no. Así que solo nos quedan otros dos. Podemos ir hoy a preguntar a ELA-STV, ya sabes quiénes son sus primos hermanos, y eso siempre es bueno.
No dije nada. Me levanté y dejé el tazón en el fregadero. Había dicho que sí. Y después vino todo lo que me llevó a hundir la cabeza en la almohada. Lo cuento, pero como digo, tendría que haberlo contado en su momento. Ahora, solo parece una anécdota ligeramente ingeniosa que no trasciende significado sustancial ninguno. Eso sí, a mí me duele como solo sigue doliendo el dolor cuando lo recuerdas, pero eso es cosa mía, y no sirve para nada.
Al salir a la calle, él tiró hacia la izquierda y yo miré hacia la derecha. Junto a las escaleras que subían a la plaza había una pintada, una pintada que llevaba años escrita en aquel rincón, una pintada que había visto cada mañana desde que subía por allí para coger el autobús de línea.
- Qué haces, vamos.
La puta pintada.
- Bueno, ¿entonces vamos a ELA-STV? ¿O prefieres CCOO? ¿Cómo lo ves?
- Yo ya sé a cuál me quiero afiliar, papá. Si es que me tengo que afiliar a alguno, claro.
- ¿Lo sabes?
- Sí.
- ¿Y cuál es ése?

Hemos llegado al cruce. El semáforo está en rojo. Con la barbilla le dirijo hasta el primer piso del edificio de la esquina. Levanta la mirada lentamente, como temiéndose lo peor:
- ¿La CNT?
- ¿Por qué no?

Luego vinieron los gritos, la media vuelta, el portazo y la almohada. Ah, y lo de estar predestinado. No es una buena frase ni la palabra adecuada, lo reconozco, pero yo sabía lo que quería decir, y él también. Vamos, hombre: me había oído hablar de Casas Viejas, ostias, los domingos andábamos en bici por el paseo de Dolores Ibarruri, ¡él mismo me había subido a las minas de La Arboleda! y la pintada, claro, la puta pintada. ¿No escuchaba lo que decían las letras de las canciones que oía? Papá, por dios, era una puta broma. Yo no quería afiliarme a la CNT, pero por supuesto que estaba más cerca del no botes a nadie porque nadie resolverá tus problemas o del contra nosotros los que quieran, con nosotros los que puedan, que de el carné de un sindicato nacional. La puta pintada, mi puto cuarto, la puta CNT. Debería haber escrito todo esto hace mucho tiempo. Debería habérselo dicho.
¿Y qué es lo más gracioso? Lo más gracioso es que ahora mi padre estaría orgulloso de mí. No tengo carné de ningún sindicato, estoy en el paro, y ya no recuerdo las letras de Eskorbuto pero estoy seguro de que estaría orgulloso de mí, y si es así, sería porque entendió que todo fue gracias a mi puto cuarto, a la puta pintada y a la puta CNT.

Beñat Arginzoniz


Alguien dijo que en la infancia vivimos y luego sobrevivimos. Y es que eso que se llama madurar, por lo general, apenas viene a significar otra cosa que el haberse dado por vencido, y, habiendo delegado en otros la propia lucha, dejar de ser. Una lucha que nada tiene que ver con el sexo o el poder, ni con ninguna de las formas que el dinero pueda adoptar a los ojos ciegos de la mayoría.
Agua para los muertos: Apuntes sobre Javi Subversión X

Wallace Stegner


No place, not even a wild place, is a place until it has had that human attention that at its highest reach we call poetry.
Where the Bluebird Sings to the Lemonade Springs: Living and Writing in the West

lunes, 25 de enero de 2010

El cumpleaños de Berti


Berti está borracho. Le doy con el codo a quien está a mi lado y lo repito: Berti está borracho, ¿no? Hay mucha gente en la habitación. Al principio estoy feliz, luego no. En realidad, luego es relativo, es progresivo. También fue relativo que estuviera feliz al principio. Quería estar feliz, quería beber, quería seguir siendo feliz, relativamente, progresivamente. Pero la sola idea de quererlo ya era señal de fracaso, ¿no? Le doy con el codo a quien está a mi lado y lo repito: soy un fracasado, tío. El desconocido que está a mi lado sonríe. Sonríe mucho. Sonríe cerca. Se acerca a mi oreja. Me la lame. Al principio me gusta, luego no. Me levanto de golpe y sin mirar atrás, esquivo a la gente, a la música, a las voces, a los desconocidos que intentan lamerme la oreja. He perdido a Berti. Me he perdido. Subo unas escaleras enmoquetadas y se va apagando la música. Hay un pasillo largo y estrecho, lleno de puertas, lleno de gente que lee esto y piensa que voy a escribir que solo faltaban dos gemelas en bicicleta. Pero no, abro la primera puerta y es un cuarto de baño inmaculado, marmol de vetas rosáceas, grifos de ribetes dorados y una bañera sin agua donde me tumbo y soy feliz, al principio y luego también. La música, la gente, los lametones de desconocidos son un murmullo sordo que parece estar a kilómetros. Me siento cómodo. En paz. Me incorporo y abro el grifo. Al principio tengo frío, luego no. Luego me siento aún más cómodo, en paz. El murmullo sordo se ensordece aún más, solo oigo el grifo, me concentro en el agua, cierro los ojos y me dejo llevar. Una gran fiesta, ¿dónde estará Berti?

viernes, 22 de enero de 2010

No Mormon Came to My Party (excerpt)


We did have that conversation which was composed of those words that are still resounding here and I’m sure you can hear them if you pay a little bit of attention. That’s next step in this story, and we are going right to that point in this very moment. Verbatim:
- I love you.
We still loved that corner of the park.
- I love you too.
Not even looking at me. She was pretending to be interested in the thickness of the grass beneath her feet.
- Not the way I love you.
I saw her chest billowing.
- What way is that?
She undid a knot in the laces of her jacket, she kept balancing her shoes over the edge of the sweet, thin, green grass she was counting one by one.
- The way you fear and that’s why you’re gonna leave.
She turned and looked right to my eyes. They were both wet, slightly wet, slightly strong enough to handle my own gaze. I stared at her. I stared with a mixed expectation. I was hating and I was loving in just one desperate stare.
- I’m not leaving. I’m just coming back home.
Anger beat sympathy. I turned back to watch the people wandering through the filthy tracks of the park. I did not even recognize my voice:
- I had a different concept of what home means. I guess mine is much more brave and honest.
She jumped. She stepped back. She was looking at me while I was looking at them. She said:
- I guess this is a goodbye. Not the one I expected. I just wanted to tell you that these days have been wonderful days and that I really love you even though you consider it to be the wrong way. Have fun and be lucky. See you.
Now comes the part in which I feel I’m Humphrey Bogart so I’ll say that she did not even turn round and listened to what I said chocking a gesture of pain and sadness. Though, you know, I was not even looking at her.
- Wait. I’ll give a party tomorrow night. All those friends you met these last and wonderful days. I will be waiting for you. And I will be waiting for you any way.

Lo que tiene que hacer Bird


Mira, Bird, no me creo lo que me dices. Pero... No me lo creo, joder. Así que ya puedes ir y decirle a McHale que o lo hacéis o soy yo el que os pegará un tiro en la cabeza, ¿me has entendido? Sí. Lo siento, nena, este trabajo es duro. Por dónde íbamos... ¡Bird! Sí, señor. Por cierto, no quiero volver a ver a ese viejo de Parish por aquí, ¿de acuerdo?, ya sabes lo que tienes que hacer. Pero... ¡Pero! Perdona, nena, luego sigues, mira, Bird, me tienes hasta los huevos, si no eres capaz de hacerlo tú tendré que llamar a Danny y a Dennis, y ¿sabes que significa eso? ¿Lo sabes? Sí, señor. Estoy hasta los cojones de tus putos escrúpulos, ¿me entiendes? A ver si entiendes de una puta vez que en esta vida solo se puede ser lo que eres y tú eres Bird, ¿me entiendes?, eres el puto imbécil de Bird, así que déjate de leer libros y de pensar en el bien y el mal y had lo que tiene que hacer Bird, ¿de acuerdo? Sí, señor. Pues, ahora, sin mirar atrás, ala, lárgate, ven nena, vamos a ver si somos capaces de terminar, joder. Si te cae algo de ceniza en la espalda no te preocupes, ¿vale?

Orson Scott Card



What's going on here in Steuben is so evil and he is so good and pure that he can't help but feel it... The rest of us, we've got good and evil mixed up in us, and our own badness makes so much noise we can't hear the evil of the monster out there... The evil that pushed those names into his mind, that is real.
Lost Boys

sábado, 16 de enero de 2010

Nacho Vegas


Si pudiera elegir
sólo un deseo
pediría vivir
siempre cerca del cielo.
Un cielo tan real
como el abismo,
en una guerra tan cruel
como la de uno contra uno mismo.
Cerca del cielo

Excursión


Tumbado intenta recuperar la respiración y el olor de la hierba fresca le transporta a otro sitio, a otro tiempo que no sitúa pero preferiría estar ahí, aquí también está bien y sigue respirando con excitación y huele el olor de la hierba fresca y de la noche fresca y del silencio de los pinos que apenas cierran el techo de estrellas en el que se fija mientras intenta recuperar la respiración y el olor de hierba fresca no le deja escuchar un siseo continuo y ver un resplandor tenue y sentir un calor efervescente como si alguien se hubiera dejado una hoguera encendida en medio de la noche estrellada un día frío de montaña donde se cuentan historias, se confiesan secretos, se susurran fobias y se disfruta del olor a hierba fresca, del olor a noche fresca, del silencio de los pinos y la fronda que le esconde y le protege, le reduce a un solo hombre perdido en el bosque mientras su coche accidentado arde en silencio unos cuantos metros más abajo.
No consigue recuperar la respiración. Tampoco se mueve.
El resplandor es más fuerte, el calor más intenso y el siseo se ensordece.
No consigue transportarse a otro sitio, a otro tiempo.
Las estrellas no se mueven, el silencio no se rompe, el frío no le despierta.
No se mueve. No consigue respirar la recuperación. Mueve se no. No.
El silencio se rompe.
El frío desaparece.
Las estrellas se atropellan en sus ojos.

jueves, 14 de enero de 2010

Si me sacas a bailar


Bailaré. Bailaré sobre tu tumba si me sacas a bailar. Y tendré. Tendré respeto por tus muertos si me sacas a bailar. Pero no me sacas a bailar, ¿verdad? Y yo me digo, tío, estás fumado. Mejor, aquí, al final del salón, en el rincón, fumado, sin que nadie te saque a bailar. Puedo ser un psicópata. Tengo potencial. Pienso: de mayor llegaré a director de sucursal, ¿que no? Y podré contar cuando era un marginado que fumaba porros en un rincón del salón de baile. Porque si me sacas a bailar te bailo las cuarenta, se acaba mi futuro, me pongo a mendigar. Sé bailar. Tomaré lecciones. Tendré cojones. Dejaré de fumar. ¿Qué estoy diciendo? Lo dicho: si me sacas a bailar, bailaré, bailaré uachuduhué uachuduhué.

Martin Etchart


"Teach me," I said.
"Zer?"
"Basque," I said.
"Say please," Aitatxi said.
"Please."
"In Euskara."
"Plazer baduzu," I said, surprised at the words that came out of my mouth.
"Untxa," Aitatxi smiled. "Zure bihotza, it remember"
The Good Oak

martes, 5 de enero de 2010

Pan


Todo lo que tenía que hacer era comprar el pan. No era tan fácil, sin embargo. Se había levantado a las siete de la mañana, sin rodeos, como un resorte, adelantándose al despertador. Sonó después, más tarde, cuando ya corría el agua tibia en la bañera… Se estaba afeitando y el inesperado estallido punzante le dejó de recuerdo un jabeque en la mejilla.
Se notaba algo ansioso, más nervioso de lo acostumbrado. Acelerado en los movimientos, renqueaba cuando no ocupaba el tiempo en algo: al terminar de asearse, de desayunar, de calibrar el día por la rendija de las cortinas, de acicalar la casa, ahuecar la almohada, sacar brillo al oropel… Hubo un momento acuciante cuando descubrió que no tenía nada más con que disculparse. Se encontró de pies, inquieto, en medio del salón. Se llevó el dedo gordo a la boca y mordisqueó la uña. Se estaba poniendo cada vez más nervioso. Buscaba un salvavidas en un mar proceloso. Sentía ya vivas las ganas de hablarse a sí mismo, pero eso no, no, no podía volver a oír Aquella Voz. ¡El teléfono! Vio el teléfono sobre la mesilla con su toquilla amarilla y las fotos de ojos penetrantes que ya no penetraban, le atravesaban, sin dejar huella, como si fuera un holograma hueco. ¡El teléfono! No podía volver a oír Aquella Voz. Se lanzó al sillón, se acurrucó junto a él y pensó: a alguien tengo que llamar, a quién, a quién puedo llamar, qué puedo decir, a quién, a quién… Aquella Voz cada vez estaba más cerca, ya se oían resonar los pasos de los zancos de los flancos y las alas de Aquella Voz ponzoñosa que planeaba sobre su mísera, vacilante, mutilada… ¡Claro! ¡A…..! Se le ocurrió llamar a su amigo ….. Podía preguntarle por la algarabía que había hacía tres días en el rellano de su portal, lo vio desde la ventana, el jueves, y se preguntó: qué demonios a organizado Don ….. Fue la última vez que escuchó Aquella Voz. La Voz… Ya no estaba seguro de llamar a ….. La última vez que escuchó La Voz, pronunció el nombre de ….. ¿Qué podía hacer?, por Dios, ¿qué podía hacer? Cada vez estaba más cerca, habíanle empezado a temblar las piernas, las manos, se detuvo a mirarlas, se desbocaba el caballo, perdía las riendas…
Se puso de pie de golpe, de súbito, como se levantó esa misma mañana, y ante la sorpresa mayúscula de si mismo, dijo alto y claro: “bien, vamos a ver, qué ostias pasa contigo, ¿te quieres comportar como Dios manda? Ahora mismo te vas a sentar en la cocina, vas a coger el bloc, el lápiz y vas a trazar un plan bien definido de lo que tienes que hacer para comprar el pan. Solo tienes que comprar el pan, ¿de acuerdo? Solo tienes que comprar el pan”. Mientras tanto, estaba claro, había ido andando, decidido pero cauteloso. Recorrió el pasillo, abrió la puerta de la cocina y ya estaba sentadito a la mesa, con el bloc enfrente, el lápiz a la vera y jugaba a esconder el asombro por su arrebato perdiendo la mirada en el crujir luminoso del fluorescente que no acababa de encenderse. Pero no podía: se había enfrentado a La Voz con Otra Voz, ésta, contundente, cabal, poderosa, suya, ¿mía?, pensó, ¿había sido él?, ¿qué había pasado? Pero no podía pararse a pensar qué pasaba, solo debía seguir acatando a La Nueva Voz que se apoderaba de él, varonil, segura, directa: “Bien, escribe: título: Comprar el pan”. Escribió. “Primer paso: buscar en la cómoda la calderilla, contar el dinero, averiguar cuánto cuesta el pan, ¿te acuerdas?” Empezaba a hacer buenas migas con La Nueva Voz, a Aquella Voz ya ni la recordaba, no se la intuía, ya no la sentía agazapada tras la casamata de su conciencia enfermiza. El pan costaba ochenta céntimos. Apuntó: “Contar ochenta céntimos”… Así ocupó una hora fugaz, en solaz conversación con su Nueva Voz, trazando un plan estratégico que le sirviera para comprender qué fácil era su tarea: solo tenía que comprar el pan.

lunes, 4 de enero de 2010

Gregory Martin


Later that winter, my uncle George carves Gramps a cane. Like most canes, it has a round rubber shoe on its bottom and a smooth, curved handle. Below the curve, George has engraved the bust of a mustang, the details so intricately rendered that it must have taken him days to finish. George wants Gramps to see the horse with his fingers. The horse's neck arched and rearing back, its eyes rolling wildly, its nostrils flared. Gramps has always refused to use a cane before, and so George makes him one he has to use, or else seem ungrateful. George is banking on that. The cane's craftmanship is also, in another way, a credit to George's consideration. People lavish attention on the cane, on how well it was made, and not on the fact that Gramps now has to use one. George has been around too many old cowboys not to know a few things about pride.
Mountain City