sábado, 16 de enero de 2010

Excursión


Tumbado intenta recuperar la respiración y el olor de la hierba fresca le transporta a otro sitio, a otro tiempo que no sitúa pero preferiría estar ahí, aquí también está bien y sigue respirando con excitación y huele el olor de la hierba fresca y de la noche fresca y del silencio de los pinos que apenas cierran el techo de estrellas en el que se fija mientras intenta recuperar la respiración y el olor de hierba fresca no le deja escuchar un siseo continuo y ver un resplandor tenue y sentir un calor efervescente como si alguien se hubiera dejado una hoguera encendida en medio de la noche estrellada un día frío de montaña donde se cuentan historias, se confiesan secretos, se susurran fobias y se disfruta del olor a hierba fresca, del olor a noche fresca, del silencio de los pinos y la fronda que le esconde y le protege, le reduce a un solo hombre perdido en el bosque mientras su coche accidentado arde en silencio unos cuantos metros más abajo.
No consigue recuperar la respiración. Tampoco se mueve.
El resplandor es más fuerte, el calor más intenso y el siseo se ensordece.
No consigue transportarse a otro sitio, a otro tiempo.
Las estrellas no se mueven, el silencio no se rompe, el frío no le despierta.
No se mueve. No consigue respirar la recuperación. Mueve se no. No.
El silencio se rompe.
El frío desaparece.
Las estrellas se atropellan en sus ojos.

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