miércoles, 17 de febrero de 2010

Dímelo, dímelo ya, Martin


Martin dime qué coño quieres y dímelo ya. Martin, dímelo, dímelo, dímelo ya. Martin dime qué me quieres y dímelo ya, dímelo ya, dímelo ya. Martin me la sopla que no hables mi idioma, me la sopla la playa, la brisa, la luna y la luna que acuna la nana del mar, me la sopla, dímelo ya. Martin dime qué me quieres qué me quieres qué me quieres coger, comer, tomar, beber, meter, sacar, lamer, verter, robar, sobar, besar, atar, mesar o azotar, dímelo ya. Martin quiero que me entiendas aunque no hables mi idioma porque te lo digo con los ojos, ¿no lo ves?, te lo digo con mi cuerpo, ¿no lo notas?, te lo digo con esta extraña electricidad que me nace del vientre. Pero tú no lo entiendes, Martin. Tú no lo ves. No hablas mi idioma. No comprendes mis huecos. No sientes mis ecos. No lees mis heridas. Tú no lo ves. Ves la playa y la luna y la brisa que acuna la luna que mece la nana del mar, pero hace tiempo que yo acabé por entender que todos esos paisajes románticos son de cartón piedra y que el único paisaje que merece la pena admirar es el desierto de mi entrepierna. Martin dímelo ya, cariño, dímelo ya. Martin, dímelo, dímelo ya.

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