viernes, 14 de mayo de 2010

Jaquelberrifin vuelve a casa…


Dios, siempre he odiado las historias sobre gente que regresa a casa. El anuncio del Almendro y todo eso, siempre he odiado ese tipo de historias. Y ahora mírame, de vuelta en casa. Me retumban todas las palabras. ¿Vuelta? ¿Casa? Qué ganas de ser jodidamente irónico. Casa, dice. ¿Dónde? No hay nadie. Hay paredes. Tienes una puerta, una llave que la abre. Todo. Tienes una puta casa a la que has vuelto. ¿Y qué? No hay nadie en casa. Eso es lo que pasa cuando vuelves no por Navidad, si no por un funeral. Habría pasado lo mismo si hubiera vuelto por un cumpleaños, ¿verdad? Me retumban todas las putas palabras. Quizás es por el vacío de la casa. Pero no pienso ponerme triste, si es que sé lo que es eso, que lo sé, pero he trabajado durante tanto tiempo mi sarcasmo que he acabado por creerme que me gusta ser extranjero. Yo elegí. Elegí las rutas en lugar de las raíces. Quise que mi identidad fuera ésa: móvil, perecedera, espontánea, imprevista, esquiva, aérea, fluctuante. Lo quise y lo quiero. Quiero sentir este dolor porque sé que es pasajero, que existe, pero soy pasajero de los viajes que me alejan más que me acercan. Y eso me gusta. Me gustan los paisajes. No me gustan los espacios. Ése he sido. Ése elegí ser. Odio hablar en pasado, en presente perfecto. Me retumban los tiempos verbales. Sabía que iba a pasar esto. Sabía que iba a volver aquí, porque volver e ir forman parte del mismo movimiento. Me retumban las paredes, la puerta, la llave, los marcos de los cuadros y las fotos que quedan en el centro. Casa, dice. Es lo que quisiste. No hay que buscar las conclusiones, no te gustan los destinos, sabes que no tiene sentido, pero ya está. Quizás es por el vacío de la casa. Quizás es que no puedes llenarlo. Quizás es que no te llena. Quizás jamás puedas ser Huckleberry Finn.

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