
Muy bien, pensé. Me hundiría en la tierra, vertería los jugos nutritivos de mi cuerpo en las raíces de brezo, dejaría que los los gusanos y los escarabajos desmenuzasen la masa de carne tierna entre mis huesos. Pero la tierra tampoco me aceptaba. Estaba atrapado dentro de la bóveda de cielo, tierra y mar, separado de todos ellos y fundido solamente con mi propia carne miserable.
El arte más íntimo
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